VISIÓN AMÉRICA LATINA

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La Ley de Dios como Pedagogo  

Muchos dicen que son cristianos, pero ¿lo son realmente? Sólo Dios lo sabe con seguridad, pero se nos ha dicho que por sus frutos los conoceréis. Algunos son cristianos gnósticos. Algunos son miembros de cultos que reclaman el nombre de Cristo, pero rechazan su persona y obra. Algunos son maquiavélicos y afirman ser cristianos con el fin de obtener poder político.  

La pregunta es, ¿cómo evaluamos el fruto? ¿cuál es el estándar? Aceptamos esto como un procedimiento normal para juzgar manzanas, naranjas y melocotones. Los departamentos de agricultura publican estándares para clasificar todo, desde frutas hasta nueces, huevos y carne. Pueden ser cuestionables, pero dependemos de estos sistemas de clasificación cuando vamos al supermercado. Creemos en ellos y creemos que son necesarios y buenos. ¿Por qué no en la ley de Dios como el estándar para nuestras decisiones y acciones éticas diarias para todo, desde cómo ganamos nuestro dinero hasta cómo lo gastamos, desde cómo respondemos a la injusticia hasta cómo tratamos a los demás, incluidos los empleados y jefes? ¿qué onda? ¿cuál es el problema? 

La mayoría de los cristianos conservadores están de acuerdo en que una función de la ley de Dios es pedagógica, para hacernos conscientes de que somos pecadores. Una visión reduccionista dice que esta es su única función, o al menos da esa impresión. Otro punto de vista antinomiano sostiene que esta función de la Ley se cumplió en la encarnación, muerte, sepultura y resurrección de Cristo o que cesa cuando una persona llega a la fe en Cristo.  

Pero si Juan nos anima como creyentes a entender que, si decimos que no hemos pecado, le hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros, y, si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9-10), ¿cómo vamos a saber cuándo hemos pecado sin un estándar por el cual juzgar? ¿no es claro que la función pedagógica de la Ley no ha cesado ni cesará jamás?  

Rechazar la Ley de Dios es antinomianismo. Siempre termina con todos inventando sus propias reglas sobre la marcha, cada uno es una ley en sí mismo. Terminamos con la regla de oro política: el que tiene el oro hace las reglas, o su corolario, que el poder político sale del cañón de un arma. Estos sistemas de leyes humanas suelen contradecir lo que Dios ha dicho que espera de nosotros. También son una tiranía despiadada, brutal y, a menudo, sangrienta. 

Sosteniendo estos estándares humanos como inmutables, la tendencia de la humanidad caída es juzgar a los demás según nuestros propios estándares, no los de Dios, y dejar de juzgarnos a nosotros mismos según el mismo estándar. Esto es legalismo, peor, hipocresía. Pero también lo es conocer la Ley de Dios para aplicarla a todos menos a nosotros mismos. Mateo 7:1-4  

Por mi fruto, me conoceré a mí mismo. ¿Con qué norma me juzgaré si no es con la Ley de Dios?  

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